
La leyenda del venado de Oro
Algunos recuerdan en que primeros años de la conquista española, los indígenas muiscas escondieron muchos tesoros en las cuevas de los inclinados cerros que rodean Bogotá.
Uno de estos tesoros fue dejado en un lugar secreto del cerro de Guadalupe; estamos hablando de un venado de oro de tamaño natural, que se guardó junto con numerosas esculturas en materiales preciosos, realizadas por los integrantes de las comunidades originarias de Bogotá.
Se cuenta que, a finales del siglo XVII, llegó a Bogotá un portugués llamado Diego Barreto. Él era un viudo aficionado a los juegos de azar y enamorado de una bella joven bogotana llamada Inés Domínguez, hija del militar español Pedro Domínguez Lugo.
Se dice que cierta mañana la joven se encontró con Diego en la Calle de la Rosa, en un lugar muy cercano de la conocida Iglesia de San Ignacio. Desde aquél día, él la visitaba en las noches y la invitaba a que saliera a saludarlo por el balcón. Ella debía cuidarse mucho de no ser descubierta por su padre, quien era un militar español que odiaba a los portugueses. La familia Domínguez vivió en la misma casa en donde hoy se encuentra la Fundación Gilberto Alzate Avendaño.
Una noche en la que Diego le proclamaba un poema a su enamorada, fue encontrado por el padre de Inés. Profundamente enfadado, don Pedro Domínguez atacó al joven Diego con su sable. El portugués no se asustó y enfrentó al anciano militar y logró agredirlo por su irrespetuoso trato. Con la audacia propia de los jóvenes, logró apuñalarlo con una navaja que Diego conservaba para casos de emergencia.
La casa de los Domínguez estaba ubicada en el tradicional barrio de La Catedral, muy cerca del viejo Rio San Agustín. Después del combate entre don Pedro y Diego Barreto, muchas personas empezaron a salir por lo balcones a ver qué ocurría. Asustado, Diego decidió salir corriendo a las faldas del cerro de Guadalupe.
Al poco tiempo, empezó a llover torrencialmente. Diego tuvo que esconderse en una cueva ubicada en la montaña. Después de estar allí por un buen tiempo, observó que la profunda oscuridad del lugar fue interrumpida por un leve destello. Decidió internarse en la montaña con algo de temor. Sin embargo, allí encontró un gran venado de oro rodeado de una gran cantidad de riquezas. Dicen que la cantidad de oro que encontró Diego era inmensa. Sin embargo, sentía gran tristeza al saber que las autoridades de la ciudad lo buscaban para castigarlo.
Decidió entonces arrancarle los cuernos al venado y salió de la cueva. Desde lo alto del cerro de Guadalupe, Diego alcanzó a ver la cúpula de la iglesia de San Ignacio. Decidió escapar de Bogotá un tiempo, buscando que su crimen fuera olvidado. Caminó y caminó, recorriendo cientos de kilómetros hasta llegar al departamento de Casanare. Desde entonces, Diego Barreto realizó diferentes expediciones en dónde conoció múltiples lugares del sur de América.
Cuatro años después, Diego regresó a Bogotá. Él estaba convencido que su crimen ya había sido olvidado. Sin embargo, Manuel Domínguez, hermano del difunto Pedro, se enteró de su llegada y lo esperó junto a la conocida Calle de Arco, en dónde lo apuñaló con su espada.
-¡Venganza a mi agravio! – gritó Manuel
Diego Barreto murió. Nadie conoció el paradero exacto del venado de oro.
La leyenda ha sido ampliamente comentada en los alrededores del cerro de Guadalupe. Muchas personas han recordado que posiblemente en las montañas de Bogotá se esconden diferentes tesoros.
Desde entonces, diferentes visitantes de Bogotá han intentado encontrar el venado de oro. El paradero de este curioso animal quedó envuelto en un misterio. Sin embargo, ¿quién quita que un día de estos, cercano a los cambuches que invaden al cerro, algún habitante de calle encuentre algo que brille y que lo saque de su miseria?