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Bogotá en la pintura

Bogotá en la pintura

 

Durante diferentes momentos de su historia, la ciudad de Bogotá ha sido retratada en obras de arte realizadas por múltiples artistas. Lugares de una gran importancia y sitios pérdidos en el tiempo, han sido fuente de inspiración en la realización de diversas pinturas y acuarelas. En esta oportunidad, recordaremos las historias detrás de un grupo de obras que han intentado hacer un retrato de diferentes lugares de Bogotá. 

 

Paz, José María (1850) Panorámica de Bogotá. Colección de arte. Banco de la República. Bogotá, Colombia.

 

 

En tiempos coloniales (1538 – 1819), las obras artísticas realizadas en los terrritorios que hoy conocemos como Bogotá y Colombia, se orientaron principalmente a retratar escenas religiosas y personajes ilustres de la nobleza santafereña. Pintores como Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos y Gaspar de Figueroa, nacidos en Santa Fé durante finales del siglo XVII, fueron algunos de los mayores referentes de la pintura colonial en Santa Fé y el Nuevo Reino de Granada. 

 

 

Después de los tiempos de la independencia (1810 – 1819), la ciudad y el país emprendieron un largo camino en busca crear una república póspera y moderna. En este proceso, la ciudad empezó a transformarse profundamente. La población fue creciendo lentamente y las fachadas de las casas del antiguo sector de La Catedral, pasaron por diferentes cambios. Se empezaron a usar materiales de construcción como el cemento y se usaron recursos decorativos como el vidrio. 

 

 

Prince, Henry (1847) Teatro de San Carlos, La Catedral y Santo Domingo.

 

 

Pintores como Manuel María Paz (1850) y Henry Prince (1847), integrantes del grupo de científicos y artistas que hicieron uno de los mapas más exactos del territorio colombiano realizados hasta el momento, nos dejaron algunas valiosas obras de arte que nos recuerdan algunos paisajes del pasado de la ciudad. Esta importante expedición es recordada como la comisión corográfica. Aquella Bogotá era atravezada por el rió San Agustín y el río San Francisco, tenía casas de above, tapia pisada y tejas de barro cocido. Además, la ciudad era habitada por menos de 70 mil habitantes. Allí se ubicaron grandes templos, hoy desaparecidos, como el Convento de Santo Domingo y el Iglesia de Santa Inés.

 

Durante aquellos años, los puentes fueron muy importantes. Estos permitían el paso de personas y mercancías entre el tradicional sector de La Catedral y el barrio de Las Nieves. Miles de bogotanos y bogotanas, recorrieron estos famosos puentes transportando agua, alimentos y materiales de construcción. Visitantes de diferentes lugares del mundo, atravezaron los punetes en carrozas o caballos. Entre los más conocidos, recordaremos al Puente de San Miguel, Puente de San Francisco, Puente de Las Aguas y el Puente de Los Libertadores. Algunos artistas colombianos, realizaron bellos retratos del desaparecido Puente de San Francisco, ubicado en el mismo lugar en donde hoy se encuentra la carrera séptima con calle Jímenez.

 

 

Puente de San Francisco. Borrero Álvarez, Ricardo. Colección de Arte. Museo Nacional de Colombia.

 

 

Durante el siglo XIX, Bogotá aún tenía obras arquitectónicas vinculadas directamente con el origen de la historia de la ciudad. Después de su llegada desde Santa Marta en 1536, las tropas organizadas por el licenciado en leyes y militar, Gónzalo Jímenez de Quesada, decidieron establecerse definitivamente en el territorio ubicado entre el río Vicaxhá (luego, río San Francisco) y el rio Manzanares (rio San Agustín). Muy cerca al lugar en que en la actualidad se encuentra el Parque Santander, se construyó la popular érmita del Humilladero, en dónde se celebró la primera eucaristía en la historia de la ciudad. Fue la primera iglesia de teja que tuvo Bogotá y fue consagrada el 6 de agosto de 1544, a escasos cinco años de la fundación de la ciudad. Esta importante capilla / érmita, se consrvó hasta el 20 de abril del año de 1887, fecha en la que se ordenó su demolición.

 

 

Nuñez Borda, Luis (1915) Érmita del Humilladero.

 

 

Sin duda, uno de los lugares más importantes de Bogotá, es la tradicional Plaza Mayor. En este sitio, se localizó por casi trecientos años el conocido chorro del mono de la pila, el cual abastió de agua a miles de habitantes de la antigua ciudad de Bogotá. Además, se encuentran importantes edificios como la Capilla de Sagrario, el Palacio Arzobispal, el Colegio Mayor de San Bartolomé y el Capitolio Nacional de Colombia.

 

 

 

Del Castillo, José Santiago. Mercado en la Plaza mayor de Bogotá. 1837.

 

 

Durante las primeras décadas del siglo XX, la ciudad de Bogotá, vivió profundas transformaciones. La construcción de la Avenida Jímenez y la canalización del Rio San Francisco, fueron un símbolo de la modernidad del país y su búsqueda por superar su pasado colonial. Así reseñaba el períodico El Gráfico, la construcción de esta importante Avenida en 1924: 

 

 

“La gran avenida Jiménez de Quesada, de máxima importancia e imprescindible necesidad de esta obra que está atravesando el centro de la ciudad ha de venir a acabar con la pavorosa congestión del tráfico en nuestras estrechísimas calles […] (El Gráfico, 1924)

 

 

En 1938, se festejaron los 400 años de la fundación de la ciudad de Bogotá con los Juegos Panamericanos. Sergio Trujillo Magnenat, destacado estudiante de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Colombia, fue encargado de hacer un grupo de ilustraciones que retrataron diferentes lugares de la ciudad de aquellos años.

 

 

Trujillo Magnenat, Sergio. (1938) Avenida Jímenez.

 

 

Precisamente, en 1938, se inauguraría una de las vías que en su momento se destacaba por su belleza y amplitud. Nos referimos a la Avenida Caracas, la cual se extendió en medio de los barrios de La Soledad y La Merced, recientemente construidos. Curiosamente, este punto de Bogotá, también fue retratado por Trujillo Magnenat durante estos años. 

 

 

Trujillo Magnenat, Sergio (1938) Avenida Caracas. Bogotá, Colombia.

 

 

Con el paso del siglo XX, la fotografía ganó un lugar muy importante en la producción de imágenes de la ciudad. Paulatinamente, la pintura y otras artes gráficas fueron perdiendo protagonismo. Sin embargo, nos permiten recordar y conocer momentos y lugares perdidos en el tiempo.

 

 

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Los enigmas del edificio de la Calle del Sol

Los enigmas del edificio de la Calle del Sol

 

 

Entre las calles 11 y 12 con Carrera tercera, en medio de la localidad de La Candelaria, se encuentra una gran edificación que guarda múltiples secretos.

 

 

De lejos, los sótanos del lugar parecen esconder una historia por sí mismos: una historia oculta, cerrada e impenetrable; esa es la impresión que da al verlos. Han existido últimamente varios negocios allí: tiendas, lavanderías y principalmente, restaurantes.

 

 

En tiempos coloniales, la calle en donde se encuentra este gran edificio, fue conocida como la Calle del Sol, un lugar ubicado muy cerca de la Calle del Chorro de Egipto. La construcción de esta gran edificación empezó en 1917. Originalmente, fue la sede de Seminario Mayor de Bogotá, una institución educativa para religiosos. El lugar evoca la arquitectura neogótica, muy popular durante este tiempo.

 

 

Sabemos que en la tarde del 9 de abril de 1948, la ciudad de Bogotá fue el escenario de un gran estallido social derivado de la muerte del popular candidato liberal, Jorge Eliecer Gaitán. Aquél día, el centro de la ciudad, quedó en ruinas. Se dice que el monasterio fue usado para albergar varios reclusos y cuerpos de manifestantes muertos.

 

 

El lugar se vio gravemente afectado durante estos hechos. Un tiempo después, en 1953, la historia del monasterio de la Calle del Sol, empezaría nuevamente. Este año, Gustavo Rojas Pinilla, encarga su restauración. Allí empezaría a funcionar la nueva sede del Servicio de Inteligencia Secreto de Colombia (SIC), el cual fue conocido luego como el DAS

 

 

Durante estos años, se decía que el “fantasma del comunismo” había llegado a América Latina. En Colombia, se pensaron y ejecutaron diferentes estrategias para evitar que las personas llamadas comunistas, fueran escuchadas. Estos, eran tachados de espías, traidores y enfermos. Se dice que el edificio de la Calle del Sol fue escenario de múltiples torturas y largos tiempos de encierro contra estos personajes. Algunos creen que sus fantasmas aún deambulan por estos sitios. Miembros del Partido Comunista de Colombia, activistas políticos y cualquier persona cuya “fidelidad a la bandera” fuera cuestionada, tenía que comparecer allí.

 

 

En 1957, cuando el intento de instaurar una dictadura resulta infructuoso, y Rojas Pinilla tiene que exiliarse, la sede del DAS pasa a ubicarse a la Calle 94 con Carrera Séptima. El edificio de la Calle del Sol, funciona como una estación del Policía hasta 1970, cuando se convierte en la sede de un Colegio reservado para los hijos de los policías. Después de 1980, el edificio cayó nuevamente en el abandono.

 

 

Algunos comentan que, en los gobiernos de López, Turbay y Belisario Betancourt, la edificación abandonada fue sede de torturas y asesinatos, especialmente a integrantes del M – 19, durante la época del estado de sitio y el estatuto de seguridad. Cuentan que, por allí, por ejemplo, sentaban a los prisioneros desvestidos sobre inmensos bloques de hielo, hasta que hablaban o morían de hipotermia y dolor.

 

 

Después del inicio de la década de los 90, comienza el plan de revitalización del centro de Bogotá. Se anuncia con bombos y platillos la construcción del Conjunto Residencial La Calle del Sol, el proyecto que daría vida nuevamente al lugar: 71 apartamentos, una plaza central, salón comunal.

 

 

Algunos visitantes de las zonas cercanas a la Calle del Sol, comentan que, en algunas noches, es posible escuchar los quejidos y lamentaciones de las almas en pena de las personas que fueron recluidas en el lugar. Cuentan que, de noche, se escuchan carcajadas, gritos y gemidos, y también golpes, como latigazos.

 

 

En resumen, el edificio de la Calle del Sol fue: colegio de religiosos, convento de las Clarisas, sobreviviente al bogotazo, sede del Servicios de Inteligencia Colombiano, luego se intentó llevar a su interior el Archivo Nacional, fue un Colegio y actualmente, funciona como Conjunto Residencial.

 

 

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El olor de los Cafés Tradicionales de Bogotá

El olor de los Cafés Tradicionales de Bogotá

 

Las fachadas de estilo republicano y colonial que están en el centro de Bogotá, han visto pasar a innumerables hombres y mujeres de letras, dibujos y política. Serán ellos, los artistas, el centro de este relato. Nuestra historia comienza a finales del siglo XIX. Durante estos años, los caminos de Bogotá eran de piedra y la mayoría de la ciudad se podría recorrer caminando. Los caballos pasaban junto a las casas del tradicional sector de La Catedral, hoy llamado La Candelaria. No había pasado mucho tiempo desde la llegada de los períodicos y cada vez fue más frecuente encontrar diversos habitantes de Bogotá hablando sobre la vida cotidiana del país.

 

 

 

 

Uno de los lugares más importantes de la ciudad durante aquellos años estuvo entre la Iglesia de San Francisco y el Parque Santander. Este lugar fue conocido como la esquina arrancaplumas. Todo aquél que se descuidará allí, sería devastado por la risa de los bogotanos. Allí ocurrían largas conversaciones callejeras y sinceros cortejos amorosos. Concretamente, este lugar se ubicó en medio de la Calle del Chorro de Santo Domingo y la Calle de la Carrera.

 

 

 

 

Durante estos años, los habitantes de la ciudad caminaban a paso lento. Algunos usaban sombrero, ruana y alpargata. Otros, lucían más elegantes. Muchos se vestían con traje oscuro y sombrero de copa alta. En algunos momentos del día, estas personas se reunían en cafés muy particulares en dónde podían comentar libremente sus opiniones políticas e inclinaciones artísticas. Bogotá tuvo lugares de pensamiento y creación diferentes a las universidades y escuelas tradicionales: Los Cáfes Tradicionales. El primero que mencionaremos apareció en un momento en que aún los poetas eran perseguidos y llevados a la cárcel por su forma de pensar.

 

 

Junto a la esquina arrancaplumas, se encontraba el célebre Café Windsor, fundado en el mes de septiembre de 1914. Este fue un lugar de encuentro, ambientado siempre por alguna pieza musical de la bohemia bogotana y recordado por la particular tradición de obsequiar alcohol en algunas noches de tertulia.

 

 

Interior de Cafè Windsor en 1921. (Archivo hemerogràfico de Revista Cromos)

 

 

Las sillas del café Windsor fueron usadas por celebres políticos e intelectuales como Germán Arciniegas y notables escritores como Gregorio Castañeda Aragón, conocido como el poeta del mar.  Mientras en la Calle Real llovía con fuerza, en el Café Windsor se hablaba sobre la influencia del expresionismo alemán en el arte colombiano. Se criticaba el gobierno conservador de turno y se tenía miedo de ser condenado en la Penitenciaria central de Cundinamarca, la cárcel de la pequeña ciudad. Uno de los visitantes más ilustres del Café era Ricardo Rendón, un destacado caricaturista que nos hizo reír de los poderosos de Colombia.

 

 

Los años pasaron y la ciudad de Bogotá se transformó profundamente. Con el paso del tiempo, aparecieron grandes avenidas y modernos automóviles. Muchas personas decidieron vivir en el centro del país y Bogotá se convirtió en la ciudad más habitada de Colombia. Desde 1946, un político local prometía comprometerse con el bienestar de las personas más humildes del país. Jorge Eliecer Gaitán representó los intereses de personas que carecían de los recursos necesarios para tener una vida digna. Lamentablemente, este noble hombre fue asesinado el 9 de abril de 1948 en el centro de Bogotá. Esto causó mucha rabia y furia a los habitantes de Bogotá. Aquél día ocurrieron fuertes enfrentamientos entre la policía y los habitantes de la ciudad. Gaitán ya estaba perfilado como el gobernante elegido por los habitantes de Colombia. Sin embargo, ¡lo mataron!. Este día no ha sido olvidado en Colombia, ni se olvidará.

 

 

Uno de los lugares que sobrevivió a este lamentable día, fue el Café Automático. En este lugar se reunieron importantes artistas colombianos como León de Greiff, Fernando Botero, Leo Matiz y el jóven escritor Jorge Gaitán Durán. 

 

 

 

 

En el Café Automático, se crearon las populares revistas Mito, Sábado y Crítica. Por otro lado, algunos comentan que en su paso por Bogotá, el Che Guevara, visitó el Café El Automático y saludó a León de Greiff con tono reverencial. Además, el lugar funcionó como galería en donde diferentes artistas de la ciudad expusieron sus obras. 

 

 

Un día de 1950, Orlando Rivera, conocido como Figurita, le preguntó al dueño del Café, Fernando Jaramillo Botero, si le permitiría presentar en el lugar algunos cuadros que habían estado expuestos en el cercano Parque Santander. Él accedió y desde entonces empezó una de las tradiciones más conocidas del lugar, el cual fue convirtiéndose en lugar de exposición. Allí, presentaron su trabajo importantes fotográfos como Leo Matiz y uno de los artistas más conocidos en Colombia: Fernando Botero. Este último personaje, presentó varios de sus primeros trabajos en El Café El Automático. Lo hizó en un momento en el no era muy conocido. En este lugar, también expusieron su trabajo conocidos artistas colombianos como Omar Rayo y Eduardo Rámirez Villamizar.

 

 

 

 

 

Finalmente, quisieramos recordar algunas historias del tradicional Café Pasaje, ubicado en el tradicional sector de La Candelaria. En 1936, la firma Casanova y Manheim inició la Construcción Santa Fe, un grupo de dos edificaciones que se alzaban en lo que hoy sería la Plazoleta del Rosario. Entre estos, fueron apareciendo de a poco numerosos cafés que permitían que diferentes habitantes de la ciudad se encontraran cotidianamente. Entre estos, podemos contar la afortunada presencia de La Fontana (1955), La Romana (1965), La Plazuela (1974) y claro, el Café Pasaje (1936)

 

 

Desde sus primeros años, en el Café Pasaje se reunían ludópatas urbanos, que, entre café y cerveza, se encontraban a observar las carreras de caballos y apostar al más rápido. Esta tradición se mantuvo por un buen tiempo y fue tal la fiebre apostadora que en 1966 el dueño del establecimiento Jorge Vásquez Vélez, presentaría la Polla electoral, una contienda en la que se ponía sobre la mesa de juego el posible desenlace de la carrera política de los aspirantes al senado y cámara de aquél año. Años posteriores, las mesas del Pasaje sirvieron para encontrar algunos de estos personajes. Estamos hablando de Eduardo Santos, Belisario Betancourt y Antanas Mockus, notables políticos colombianos que en alguna oportunidad se sentaron a impartir un café en algún lugar del Pasaje.

 

 

 

 

Los cafés tradicionales nos recuerdan diferentes episodios de la historia de Bogotá y sus habitantes. La ciudad oculta diversas historias. Exploralas junto a nosotros. 

 

 

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Biodiversidad en el Parque Ecológico Matarredonda: Tesoro Natural de Choachí

Biodiversidad en el Parque Ecológico Matarredonda: Tesoro Natural de Choachí

 

El Parque Ecológico Matarredonda, situado en el municipio de Choachí en el departamento de Cundinamarca, se erige como un bastión inquebrantable de biodiversidad y equilibrio ecológico. Este santuario natural encapsula una riqueza ambiental que trasciende la mera contemplación, sumergiendo a quienes lo visitan en un mundo de fascinantes cualidades ambientales.

 

 

Su emplazamiento en un entorno montañoso privilegiado permite que Matarredonda albergue una amalgama de ecosistemas que coexisten en armonía. Desde sus densos bosques nativos hasta sus relucientes riachuelos y majestuosas cascadas, cada rincón de este parque es un testimonio viviente de la biodiversidad. Aquí, la flora y fauna se entrelazan en una danza perfecta de vida, donde especies endémicas y árboles centenarios convergen en un ecosistema intacto.

 

 

Los senderos intrincados invitan a los visitantes a adentrarse en este reino natural, ofreciendo la oportunidad de descubrir una diversidad biológica sin igual. Es el hogar de múltiples especies animales, desde aves coloridas hasta mamíferos esquivos, todos cohabitando en este paraíso ecológico. La observación de la vida silvestre aquí es una lección magistral sobre la interconexión de los seres vivos y su dependencia mutua en este delicado equilibrio.

 

 

El Parque Ecológico Matarredonda es mucho más que un refugio para la vida silvestre; es un epicentro de vitalidad que contribuye activamente al bienestar ambiental de la región. Sus bosques actúan como pulmones verdes, filtrando el aire y proporcionando oxígeno mientras absorben dióxido de carbono. Esta función esencial de mitigación del cambio climático se ve reforzada por la conservación de sus extensos bosques nativos.

 

 

El flujo de agua cristalina que serpentea a lo largo del parque no solo alimenta la biodiversidad local, sino que también contribuye a la regulación hídrica de la región. Las cascadas y arroyos no solo brindan un espectáculo visual impresionante, sino que también cumplen un papel crucial en la preservación de la calidad del agua y el mantenimiento de los ciclos naturales.

 

 

La conservación de Matarredonda es un faro de esperanza para la preservación de los ecosistemas frágiles. La protección de este santuario no solo es vital para la flora y fauna que alberga, sino que también sirve como ejemplo inspirador de cómo la preservación ambiental puede ser un pilar fundamental para el desarrollo sostenible.

 

 

Cada árbol, cada rincón de este parque respira vida y ofrece lecciones invaluables sobre la importancia de preservar los espacios naturales. El Parque Ecológico Matarredonda se alza como un monumento a la conservación, un recordatorio constante de la fragilidad y la magnificencia de la naturaleza, y una llamada de atención sobre nuestra responsabilidad colectiva de proteger y salvaguardar estos tesoros ambientales para las generaciones venideras.

 

 

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Historias de La Candelaria

Historias de La Candelaria

 

Los caminos que limitan con los imponentes cerros orientales de Bogotá, han sido testigos de diversas escenas. Aunque actualmente este lugar de Bogotá es conocido como La Candelaria, este mismo sitio ha tenido otros nombres y significados. En esta oportunidad, recordaremos algunas historias y relatos que ocurrieron en las calles más antiguas de la ciudad de Bogotá.

 

 

 

 

En tiempos prehispánicos, es decir, antes del año 1492, este lugar del mundo era llamado Bacatá. En vocablo chibcha, estas palabras significan tierra de labranza. Los muiscas, comunidad indígena que habitó este lugar, realizaban rituales muy particulares. En cada fiesta ancestral indígena, se conmemoraba la fertilidad del agua, eje fundamental de la vida de los animales, las plantas y los humanos. En el mismo lugar en el que hoy se encuentra la tradicional Avenida Jiménez de Bogotá, había una gran rio llamado vicachá. En este lugar, se realizaban los rituales de nacimiento que buscaban recordar el mito originario de la comunidad. Se comentaba que el principio del mundo está vinculado con el nacimiento de bachué, quien emergió de la laguna de Iguaque con su hijo, Bochica. El nacimiento de los miembros de la comunidad muisca, se realizaba a la orilla de lagunas y ríos en conmemoración del mito original.

 

 

Acuña, Luis Alberto (1936) Deidades muiscas. Colección de arte. Museo Nacional de Colombia

 

 

Después del final del siglo XVI, ocurrieron diversas transformaciones en el territorio que hoy es La Candelaria. Aunque se repite con frecuencia que la fundación de Bogotá ocurrió en el llamado chorro de Quevedo, no existe suficiente evidencia histórica para hacer esta afirmación. Por otro lado, sabemos que Gonzalo Jiménez de Quesada, licenciado y militar granadino, quien había estudiado leyes en Salamanca, fue encargado por Alonso Fernández de Lugo, para emprender una campaña colonizadora hacia el sur de Sudamérica. El 6 de abril de 1536, Jiménez partiría del actual territorio de Santa Marta, junto a 1500 infantes y 200 jinetes, entre los que se encontraba Gonzalo Suarez Rendón, quien había luchado contra los franceses en Pavía.

 

 

 

Después de un largo viaje de dos años, a través del rio grande del Magdalena, acompañados de inclementes lluvias, mosquitos con zumbidos amenazantes, junto a serpientes y tigres, la campaña de Jiménez, arribó finalmente a la Sabana de Bogotá, por el camino de Nemocon, Teusa y Zipaquirá. Decidieron establecerse junto a las montañas, con el objetivo de tener un punto de vista que les permitiera ver la llegada de enemigos. En el mismo lugar en el que hoy se encuentra el Parque Santander, se celebró una eucaristía católica, realizada con el objetivo de encomendar este lugar al gobierno del rey de España, Carlos V.

 

 

Agosto 6 de 1538. Alegoría de la fundación de Bogotá, con fraternal participación de los habitantes indígenas de la primitiva Bacatá y los conquistadores al mando de Gonzalo Jiménez de Quesada. Celebración de la primera misa. Óleo de Pedro Alcántara Quijano

 

 

Esta celebración fue el símbolo de la fundación de Bogotá. Ocurrió el 6 de agosto de 1538 y fue realizada en una capilla pajiza que será recordada como la primera iglesia de Bogotá: la ermita del Humilladero. Alrededor de este lugar, se establecieron las dos primeras órdenes religiosas en Santa Fe: San Francisco y Santo Domingo.

 

 

èrmita del humilladero. Primer templo religioso construido por los españoles en el siglo XVI.

 

 

En las primeras décadas del siglo XVII, la ciudad de Bogotá tenía una distribución completamente diferente. El sector que hoy conocemos como La Candelaria, fue conocido como La Catedral. Allí vivieron los virreyes que gobernaron en Santa Fe y se localizaron las edificaciones más importantes de la ciudad.

 

 

 

 

Entre el siglo XVI y XVII, se alzaron las sedes de la Real Audiencia, el Cabildo Secular, la Cárcel de la Corte y se instaló el mono de la pila, la fuente más visitada de la ciudad. También se construyeron la Capilla del Sagrario, el Colegio del Rosario y el Colegio de San Bartolomé.

 

 

 

 

Un tiempo después, en 1771, el virrey de la Nueva Granada, llamado Pedro Massia de la Zerda, quien vivía en Santa Fe, fue invitado al distinguido Palacio de San Carlos a conocer una bebida muy famosa en este tiempo: el Café. En el distinguido barrio de La Catedral también se creó el clásico Teatro El Coliseo (1792), en donde posteriormente funciono el Teatro Maldonado (1840) y el popular Teatro Colon (1892). Allí se presentó ópera, zarzuela y teatro.

 

 

Después de la llegada de los españoles comandados por Pablo Morillo entre 1816 y 1819, el hombre encargado de gobernar Santa Fé, actual Bogotá, fue el conocido virrey Sámano. Su vivienda se localizó en la distinguida Calle 10 a la altura de la Carrera tercera. El 9 de agosto de 1819 llegó la noticia a la capital de la derrota de las tropas de apoyo comandadas por José Barreiro en la batalla de Boyacá, con lo cual Sámano huyó precipitadamente a Cartagena de Indias, donde su autoridad fue desconocida. Navegó hasta Jamaica, apareciendo luego en Panamá, sin mando administrativo ni mando directo de tropas. En esta situación dimitió, anciano y abrumado por las enfermedades, quedándose a vivir en la ciudad hasta su muerte en julio de 1821, en espera del permiso para volver a España. Algunos comentan que el desesperado espíritu de Juan de Sámano aun deambula por las calles de La candelaria.

 

 

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