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La leyenda de la mula herrada de Bogotá

La leyenda de la mula herrada de Bogotá

 

En la antigua Santa Fe se comentaban diversas historias. Hace aproximadamente ciento cincuenta años, Bogotá era una gran provincia en dónde no existía la luz eléctrica. Después de las 6 de la tarde, toda la ciudad estaba totalmente oscura.

 

 

Se dice que después de la medianoche, se podía escuchar el fuerte ruido del galope de una mula. Sorprendidas, muchas personas notaban que, el extraño animal no era dirigido por ninguna persona.  No había jinete sobre la mula ensillada. Se decía que la mula herrada iba tan desenfrenada, que levantaba chispas cuando sus herraduras se arrastraban sobre las calles empedradas.

 

 

Todas las bestias ocultan una historia sobre su origen. En el caso de la mula herrada, recordaremos las fiestas y largas sesiones de juegos de azar que ocurrían en las antiguas chicherías, ubicadas en Bogotá. En otros tiempos, el animal fue propiedad de don Álvaro Sánchez. Aquél hombre es recordado por su intensa afición a los juegos de azar. Los dados y las cartas le hicieron perder la cabeza y la fortuna. El popular barrio de Las nieves y La Catedral, fueron testigos de su infortunio. Con el paso de tiempos, don Álvaro se convirtió en un hombre malhumorado, descuidado y agresivo. “¡Con lo que ha sido este hombre y dónde podría haber llegado!”, se oía a su paso.

 

 

Se recuerda que don Álvaro Sánchez llevaba a su mula a acompañarlo en sus noches de juego. Ella lo esperaba amarrada en la entrada de las chicherías, mientras las apuestas y las bebidas fermentadas nublaban la cabeza de su apreciado amo. Con el paso del tiempo, el cuerpo cansado de don Álvaro ya no se podía sostener sobre la silla de la mula. Fue entonces cuando el pobre animal dejó de disfrutar de sus paseos con su amo.

 

 

Sin importar que estuviera amarrada, la mula lograba escapar cada noche de sus ataduras para asistir a media noche a las chicherías donde su amo descendía a los mismos infiernos. Aunque poco podía hacer, la mula sabía que no estaba dispuesta a dejar a su amo solo.

 

 

Las consecuencias de su mala vida, no tardaron en llegar. Don Álvaro Sánchez, murió. Pocas personas acudieron a su funeral, pues éste, en sus últimos días había ostentado el título de persona non grata. Diferentes sacerdotes recordaban en sus sermones que el juego era un hábito peligroso y lejano de las costumbres cristianas.  Solamente, su mula lloró por la ausencia de Álvaro Sánchez. Desconcertada ante el fatídico suceso, continuó asistiendo noche tras noche a buscar a su amo a las chicherías, pero, claro, sin tener la suerte de encontrarlo.

 

 

Dos meses después y sin faltar una sola noche a buscar a su amo a media noche en las chicherías de la ciudad, la mula murió de pena. Desde entonces, dice la leyenda, su espíritu aún se encuentra deambulando por las calles de Bogotá para aterrorizar a las personas que humillaron y se burlaban de su amo.

 

 

En las calles de Bogotá se recuerdan diversas historias del pasado, las cuales nos recuerdan viejas tradiciones y costumbres de la ciudad.

 

 

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Los enigmas del edificio de la Calle del Sol

Los enigmas del edificio de la Calle del Sol

 

 

Entre las calles 11 y 12 con Carrera tercera, en medio de la localidad de La Candelaria, se encuentra una gran edificación que guarda múltiples secretos.

 

 

De lejos, los sótanos del lugar parecen esconder una historia por sí mismos: una historia oculta, cerrada e impenetrable; esa es la impresión que da al verlos. Han existido últimamente varios negocios allí: tiendas, lavanderías y principalmente, restaurantes.

 

 

En tiempos coloniales, la calle en donde se encuentra este gran edificio, fue conocida como la Calle del Sol, un lugar ubicado muy cerca de la Calle del Chorro de Egipto. La construcción de esta gran edificación empezó en 1917. Originalmente, fue la sede de Seminario Mayor de Bogotá, una institución educativa para religiosos. El lugar evoca la arquitectura neogótica, muy popular durante este tiempo.

 

 

Sabemos que en la tarde del 9 de abril de 1948, la ciudad de Bogotá fue el escenario de un gran estallido social derivado de la muerte del popular candidato liberal, Jorge Eliecer Gaitán. Aquél día, el centro de la ciudad, quedó en ruinas. Se dice que el monasterio fue usado para albergar varios reclusos y cuerpos de manifestantes muertos.

 

 

El lugar se vio gravemente afectado durante estos hechos. Un tiempo después, en 1953, la historia del monasterio de la Calle del Sol, empezaría nuevamente. Este año, Gustavo Rojas Pinilla, encarga su restauración. Allí empezaría a funcionar la nueva sede del Servicio de Inteligencia Secreto de Colombia (SIC), el cual fue conocido luego como el DAS

 

 

Durante estos años, se decía que el “fantasma del comunismo” había llegado a América Latina. En Colombia, se pensaron y ejecutaron diferentes estrategias para evitar que las personas llamadas comunistas, fueran escuchadas. Estos, eran tachados de espías, traidores y enfermos. Se dice que el edificio de la Calle del Sol fue escenario de múltiples torturas y largos tiempos de encierro contra estos personajes. Algunos creen que sus fantasmas aún deambulan por estos sitios. Miembros del Partido Comunista de Colombia, activistas políticos y cualquier persona cuya “fidelidad a la bandera” fuera cuestionada, tenía que comparecer allí.

 

 

En 1957, cuando el intento de instaurar una dictadura resulta infructuoso, y Rojas Pinilla tiene que exiliarse, la sede del DAS pasa a ubicarse a la Calle 94 con Carrera Séptima. El edificio de la Calle del Sol, funciona como una estación del Policía hasta 1970, cuando se convierte en la sede de un Colegio reservado para los hijos de los policías. Después de 1980, el edificio cayó nuevamente en el abandono.

 

 

Algunos comentan que, en los gobiernos de López, Turbay y Belisario Betancourt, la edificación abandonada fue sede de torturas y asesinatos, especialmente a integrantes del M – 19, durante la época del estado de sitio y el estatuto de seguridad. Cuentan que, por allí, por ejemplo, sentaban a los prisioneros desvestidos sobre inmensos bloques de hielo, hasta que hablaban o morían de hipotermia y dolor.

 

 

Después del inicio de la década de los 90, comienza el plan de revitalización del centro de Bogotá. Se anuncia con bombos y platillos la construcción del Conjunto Residencial La Calle del Sol, el proyecto que daría vida nuevamente al lugar: 71 apartamentos, una plaza central, salón comunal.

 

 

Algunos visitantes de las zonas cercanas a la Calle del Sol, comentan que, en algunas noches, es posible escuchar los quejidos y lamentaciones de las almas en pena de las personas que fueron recluidas en el lugar. Cuentan que, de noche, se escuchan carcajadas, gritos y gemidos, y también golpes, como latigazos.

 

 

En resumen, el edificio de la Calle del Sol fue: colegio de religiosos, convento de las Clarisas, sobreviviente al bogotazo, sede del Servicios de Inteligencia Colombiano, luego se intentó llevar a su interior el Archivo Nacional, fue un Colegio y actualmente, funciona como Conjunto Residencial.

 

 

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Bogotá en la pintura

Bogotá en la pintura

 

Durante diferentes momentos de su historia, la ciudad de Bogotá ha sido retratada en obras de arte realizadas por múltiples artistas. Lugares de una gran importancia y sitios pérdidos en el tiempo, han sido fuente de inspiración en la realización de diversas pinturas y acuarelas. En esta oportunidad, recordaremos las historias detrás de un grupo de obras que han intentado hacer un retrato de diferentes lugares de Bogotá. 

 

Paz, José María (1850) Panorámica de Bogotá. Colección de arte. Banco de la República. Bogotá, Colombia.

 

 

En tiempos coloniales (1538 – 1819), las obras artísticas realizadas en los terrritorios que hoy conocemos como Bogotá y Colombia, se orientaron principalmente a retratar escenas religiosas y personajes ilustres de la nobleza santafereña. Pintores como Gregorio Vásquez de Arce y Ceballos y Gaspar de Figueroa, nacidos en Santa Fé durante finales del siglo XVII, fueron algunos de los mayores referentes de la pintura colonial en Santa Fé y el Nuevo Reino de Granada. 

 

 

Después de los tiempos de la independencia (1810 – 1819), la ciudad y el país emprendieron un largo camino en busca crear una república póspera y moderna. En este proceso, la ciudad empezó a transformarse profundamente. La población fue creciendo lentamente y las fachadas de las casas del antiguo sector de La Catedral, pasaron por diferentes cambios. Se empezaron a usar materiales de construcción como el cemento y se usaron recursos decorativos como el vidrio. 

 

 

Prince, Henry (1847) Teatro de San Carlos, La Catedral y Santo Domingo.

 

 

Pintores como Manuel María Paz (1850) y Henry Prince (1847), integrantes del grupo de científicos y artistas que hicieron uno de los mapas más exactos del territorio colombiano realizados hasta el momento, nos dejaron algunas valiosas obras de arte que nos recuerdan algunos paisajes del pasado de la ciudad. Esta importante expedición es recordada como la comisión corográfica. Aquella Bogotá era atravezada por el rió San Agustín y el río San Francisco, tenía casas de above, tapia pisada y tejas de barro cocido. Además, la ciudad era habitada por menos de 70 mil habitantes. Allí se ubicaron grandes templos, hoy desaparecidos, como el Convento de Santo Domingo y el Iglesia de Santa Inés.

 

Durante aquellos años, los puentes fueron muy importantes. Estos permitían el paso de personas y mercancías entre el tradicional sector de La Catedral y el barrio de Las Nieves. Miles de bogotanos y bogotanas, recorrieron estos famosos puentes transportando agua, alimentos y materiales de construcción. Visitantes de diferentes lugares del mundo, atravezaron los punetes en carrozas o caballos. Entre los más conocidos, recordaremos al Puente de San Miguel, Puente de San Francisco, Puente de Las Aguas y el Puente de Los Libertadores. Algunos artistas colombianos, realizaron bellos retratos del desaparecido Puente de San Francisco, ubicado en el mismo lugar en donde hoy se encuentra la carrera séptima con calle Jímenez.

 

 

Puente de San Francisco. Borrero Álvarez, Ricardo. Colección de Arte. Museo Nacional de Colombia.

 

 

Durante el siglo XIX, Bogotá aún tenía obras arquitectónicas vinculadas directamente con el origen de la historia de la ciudad. Después de su llegada desde Santa Marta en 1536, las tropas organizadas por el licenciado en leyes y militar, Gónzalo Jímenez de Quesada, decidieron establecerse definitivamente en el territorio ubicado entre el río Vicaxhá (luego, río San Francisco) y el rio Manzanares (rio San Agustín). Muy cerca al lugar en que en la actualidad se encuentra el Parque Santander, se construyó la popular érmita del Humilladero, en dónde se celebró la primera eucaristía en la historia de la ciudad. Fue la primera iglesia de teja que tuvo Bogotá y fue consagrada el 6 de agosto de 1544, a escasos cinco años de la fundación de la ciudad. Esta importante capilla / érmita, se consrvó hasta el 20 de abril del año de 1887, fecha en la que se ordenó su demolición.

 

 

Nuñez Borda, Luis (1915) Érmita del Humilladero.

 

 

Sin duda, uno de los lugares más importantes de Bogotá, es la tradicional Plaza Mayor. En este sitio, se localizó por casi trecientos años el conocido chorro del mono de la pila, el cual abastió de agua a miles de habitantes de la antigua ciudad de Bogotá. Además, se encuentran importantes edificios como la Capilla de Sagrario, el Palacio Arzobispal, el Colegio Mayor de San Bartolomé y el Capitolio Nacional de Colombia.

 

 

 

Del Castillo, José Santiago. Mercado en la Plaza mayor de Bogotá. 1837.

 

 

Durante las primeras décadas del siglo XX, la ciudad de Bogotá, vivió profundas transformaciones. La construcción de la Avenida Jímenez y la canalización del Rio San Francisco, fueron un símbolo de la modernidad del país y su búsqueda por superar su pasado colonial. Así reseñaba el períodico El Gráfico, la construcción de esta importante Avenida en 1924: 

 

 

“La gran avenida Jiménez de Quesada, de máxima importancia e imprescindible necesidad de esta obra que está atravesando el centro de la ciudad ha de venir a acabar con la pavorosa congestión del tráfico en nuestras estrechísimas calles […] (El Gráfico, 1924)

 

 

En 1938, se festejaron los 400 años de la fundación de la ciudad de Bogotá con los Juegos Panamericanos. Sergio Trujillo Magnenat, destacado estudiante de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Colombia, fue encargado de hacer un grupo de ilustraciones que retrataron diferentes lugares de la ciudad de aquellos años.

 

 

Trujillo Magnenat, Sergio. (1938) Avenida Jímenez.

 

 

Precisamente, en 1938, se inauguraría una de las vías que en su momento se destacaba por su belleza y amplitud. Nos referimos a la Avenida Caracas, la cual se extendió en medio de los barrios de La Soledad y La Merced, recientemente construidos. Curiosamente, este punto de Bogotá, también fue retratado por Trujillo Magnenat durante estos años. 

 

 

Trujillo Magnenat, Sergio (1938) Avenida Caracas. Bogotá, Colombia.

 

 

Con el paso del siglo XX, la fotografía ganó un lugar muy importante en la producción de imágenes de la ciudad. Paulatinamente, la pintura y otras artes gráficas fueron perdiendo protagonismo. Sin embargo, nos permiten recordar y conocer momentos y lugares perdidos en el tiempo.

 

 

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