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El olor de los Cafés Tradicionales de Bogotá

El olor de los Cafés Tradicionales de Bogotá

 

Las fachadas de estilo republicano y colonial que están en el centro de Bogotá, han visto pasar a innumerables hombres y mujeres de letras, dibujos y política. Serán ellos, los artistas, el centro de este relato. Nuestra historia comienza a finales del siglo XIX. Durante estos años, los caminos de Bogotá eran de piedra y la mayoría de la ciudad se podría recorrer caminando. Los caballos pasaban junto a las casas del tradicional sector de La Catedral, hoy llamado La Candelaria. No había pasado mucho tiempo desde la llegada de los períodicos y cada vez fue más frecuente encontrar diversos habitantes de Bogotá hablando sobre la vida cotidiana del país.

 

 

 

 

Uno de los lugares más importantes de la ciudad durante aquellos años estuvo entre la Iglesia de San Francisco y el Parque Santander. Este lugar fue conocido como la esquina arrancaplumas. Todo aquél que se descuidará allí, sería devastado por la risa de los bogotanos. Allí ocurrían largas conversaciones callejeras y sinceros cortejos amorosos. Concretamente, este lugar se ubicó en medio de la Calle del Chorro de Santo Domingo y la Calle de la Carrera.

 

 

 

 

Durante estos años, los habitantes de la ciudad caminaban a paso lento. Algunos usaban sombrero, ruana y alpargata. Otros, lucían más elegantes. Muchos se vestían con traje oscuro y sombrero de copa alta. En algunos momentos del día, estas personas se reunían en cafés muy particulares en dónde podían comentar libremente sus opiniones políticas e inclinaciones artísticas. Bogotá tuvo lugares de pensamiento y creación diferentes a las universidades y escuelas tradicionales: Los Cáfes Tradicionales. El primero que mencionaremos apareció en un momento en que aún los poetas eran perseguidos y llevados a la cárcel por su forma de pensar.

 

 

Junto a la esquina arrancaplumas, se encontraba el célebre Café Windsor, fundado en el mes de septiembre de 1914. Este fue un lugar de encuentro, ambientado siempre por alguna pieza musical de la bohemia bogotana y recordado por la particular tradición de obsequiar alcohol en algunas noches de tertulia.

 

 

Interior de Cafè Windsor en 1921. (Archivo hemerogràfico de Revista Cromos)

 

 

Las sillas del café Windsor fueron usadas por celebres políticos e intelectuales como Germán Arciniegas y notables escritores como Gregorio Castañeda Aragón, conocido como el poeta del mar.  Mientras en la Calle Real llovía con fuerza, en el Café Windsor se hablaba sobre la influencia del expresionismo alemán en el arte colombiano. Se criticaba el gobierno conservador de turno y se tenía miedo de ser condenado en la Penitenciaria central de Cundinamarca, la cárcel de la pequeña ciudad. Uno de los visitantes más ilustres del Café era Ricardo Rendón, un destacado caricaturista que nos hizo reír de los poderosos de Colombia.

 

 

Los años pasaron y la ciudad de Bogotá se transformó profundamente. Con el paso del tiempo, aparecieron grandes avenidas y modernos automóviles. Muchas personas decidieron vivir en el centro del país y Bogotá se convirtió en la ciudad más habitada de Colombia. Desde 1946, un político local prometía comprometerse con el bienestar de las personas más humildes del país. Jorge Eliecer Gaitán representó los intereses de personas que carecían de los recursos necesarios para tener una vida digna. Lamentablemente, este noble hombre fue asesinado el 9 de abril de 1948 en el centro de Bogotá. Esto causó mucha rabia y furia a los habitantes de Bogotá. Aquél día ocurrieron fuertes enfrentamientos entre la policía y los habitantes de la ciudad. Gaitán ya estaba perfilado como el gobernante elegido por los habitantes de Colombia. Sin embargo, ¡lo mataron!. Este día no ha sido olvidado en Colombia, ni se olvidará.

 

 

Uno de los lugares que sobrevivió a este lamentable día, fue el Café Automático. En este lugar se reunieron importantes artistas colombianos como León de Greiff, Fernando Botero, Leo Matiz y el jóven escritor Jorge Gaitán Durán. 

 

 

 

 

En el Café Automático, se crearon las populares revistas Mito, Sábado y Crítica. Por otro lado, algunos comentan que en su paso por Bogotá, el Che Guevara, visitó el Café El Automático y saludó a León de Greiff con tono reverencial. Además, el lugar funcionó como galería en donde diferentes artistas de la ciudad expusieron sus obras. 

 

 

Un día de 1950, Orlando Rivera, conocido como Figurita, le preguntó al dueño del Café, Fernando Jaramillo Botero, si le permitiría presentar en el lugar algunos cuadros que habían estado expuestos en el cercano Parque Santander. Él accedió y desde entonces empezó una de las tradiciones más conocidas del lugar, el cual fue convirtiéndose en lugar de exposición. Allí, presentaron su trabajo importantes fotográfos como Leo Matiz y uno de los artistas más conocidos en Colombia: Fernando Botero. Este último personaje, presentó varios de sus primeros trabajos en El Café El Automático. Lo hizó en un momento en el no era muy conocido. En este lugar, también expusieron su trabajo conocidos artistas colombianos como Omar Rayo y Eduardo Rámirez Villamizar.

 

 

 

 

 

Finalmente, quisieramos recordar algunas historias del tradicional Café Pasaje, ubicado en el tradicional sector de La Candelaria. En 1936, la firma Casanova y Manheim inició la Construcción Santa Fe, un grupo de dos edificaciones que se alzaban en lo que hoy sería la Plazoleta del Rosario. Entre estos, fueron apareciendo de a poco numerosos cafés que permitían que diferentes habitantes de la ciudad se encontraran cotidianamente. Entre estos, podemos contar la afortunada presencia de La Fontana (1955), La Romana (1965), La Plazuela (1974) y claro, el Café Pasaje (1936)

 

 

Desde sus primeros años, en el Café Pasaje se reunían ludópatas urbanos, que, entre café y cerveza, se encontraban a observar las carreras de caballos y apostar al más rápido. Esta tradición se mantuvo por un buen tiempo y fue tal la fiebre apostadora que en 1966 el dueño del establecimiento Jorge Vásquez Vélez, presentaría la Polla electoral, una contienda en la que se ponía sobre la mesa de juego el posible desenlace de la carrera política de los aspirantes al senado y cámara de aquél año. Años posteriores, las mesas del Pasaje sirvieron para encontrar algunos de estos personajes. Estamos hablando de Eduardo Santos, Belisario Betancourt y Antanas Mockus, notables políticos colombianos que en alguna oportunidad se sentaron a impartir un café en algún lugar del Pasaje.

 

 

 

 

Los cafés tradicionales nos recuerdan diferentes episodios de la historia de Bogotá y sus habitantes. La ciudad oculta diversas historias. Exploralas junto a nosotros. 

 

 

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Biodiversidad en el Parque Ecológico Matarredonda: Tesoro Natural de Choachí

Biodiversidad en el Parque Ecológico Matarredonda: Tesoro Natural de Choachí

 

El Parque Ecológico Matarredonda, situado en el municipio de Choachí en el departamento de Cundinamarca, se erige como un bastión inquebrantable de biodiversidad y equilibrio ecológico. Este santuario natural encapsula una riqueza ambiental que trasciende la mera contemplación, sumergiendo a quienes lo visitan en un mundo de fascinantes cualidades ambientales.

 

 

Su emplazamiento en un entorno montañoso privilegiado permite que Matarredonda albergue una amalgama de ecosistemas que coexisten en armonía. Desde sus densos bosques nativos hasta sus relucientes riachuelos y majestuosas cascadas, cada rincón de este parque es un testimonio viviente de la biodiversidad. Aquí, la flora y fauna se entrelazan en una danza perfecta de vida, donde especies endémicas y árboles centenarios convergen en un ecosistema intacto.

 

 

Los senderos intrincados invitan a los visitantes a adentrarse en este reino natural, ofreciendo la oportunidad de descubrir una diversidad biológica sin igual. Es el hogar de múltiples especies animales, desde aves coloridas hasta mamíferos esquivos, todos cohabitando en este paraíso ecológico. La observación de la vida silvestre aquí es una lección magistral sobre la interconexión de los seres vivos y su dependencia mutua en este delicado equilibrio.

 

 

El Parque Ecológico Matarredonda es mucho más que un refugio para la vida silvestre; es un epicentro de vitalidad que contribuye activamente al bienestar ambiental de la región. Sus bosques actúan como pulmones verdes, filtrando el aire y proporcionando oxígeno mientras absorben dióxido de carbono. Esta función esencial de mitigación del cambio climático se ve reforzada por la conservación de sus extensos bosques nativos.

 

 

El flujo de agua cristalina que serpentea a lo largo del parque no solo alimenta la biodiversidad local, sino que también contribuye a la regulación hídrica de la región. Las cascadas y arroyos no solo brindan un espectáculo visual impresionante, sino que también cumplen un papel crucial en la preservación de la calidad del agua y el mantenimiento de los ciclos naturales.

 

 

La conservación de Matarredonda es un faro de esperanza para la preservación de los ecosistemas frágiles. La protección de este santuario no solo es vital para la flora y fauna que alberga, sino que también sirve como ejemplo inspirador de cómo la preservación ambiental puede ser un pilar fundamental para el desarrollo sostenible.

 

 

Cada árbol, cada rincón de este parque respira vida y ofrece lecciones invaluables sobre la importancia de preservar los espacios naturales. El Parque Ecológico Matarredonda se alza como un monumento a la conservación, un recordatorio constante de la fragilidad y la magnificencia de la naturaleza, y una llamada de atención sobre nuestra responsabilidad colectiva de proteger y salvaguardar estos tesoros ambientales para las generaciones venideras.